Terrifier 2: fiesta de sangre, payasadas y otros excesos
Para aquellos que no vieron la primera Terrifier, seguro esperan una típica película de un payaso asesino, que a juzgar por sus promociones comerciales y rebotes en los medios, presenta un furor y ensañamiento particular. No están equivocados. La película trata de un slasher condimentado con buen gore. Para algunos, hasta la arcada. Por eso este plato del género de terror que nos sirve el director Damien Leone ha sido producto de algunas advertencias, e incluso pedidos de censura, debido a lo repugnante y violento. En este aspecto tampoco hay un juicio errado, porque la película apunta a desagradar en ciertos términos y provocar las sensibilidades del público.
Pero hay mucho más que gore en este fenómeno -éxito podríamos decir- de película de 138 minutos con una producción de cine independiente, un costo de 250.000 dólares que alcanzó una taquilla de 12.000.000 de dólares. En primer lugar, la larga duración supone una anomalía para películas de este tipo y, sin embargo, la lleva bastante bien en una cinta muy entretenida que, si bien está llena de excesos y el tiempo es uno de ellos, logra mantener una historia con buen ritmo y sorpresas. El argumento resulta mínimo. En lo básico se explota una variopinta violencia sin límites, desangrando diversos personajes por muchos espacios, usando trucos ya conocidos y otros originales para un producto de género que sigue una tradición.
Se rinde culto a un cine bizarro de los ‘80 con un refrescante uso de este estilo sin caer en la mera nostalgia o revival (Stranger Things a la cabeza). Tampoco esto es algo nuevo porque la retromanía ya es un vicio en una industria sin ideas que fagocita su pasado. Sin embargo, acá el bajo presupuesto es una decisión estética ambiciosa que apunta fuera del nicho de culto. Cada asesinato se trabaja con la pasión de un carnicero y un artesano del horror. En el comienzo de la película, antes de cargar su primera víctima que busca la salvación del 911, Art, el payaso, inscribe su nombre con sangre en un espejo a modo de presentación. En su ironía, tenemos una declaración de principio del género: el asesinato como una clase de artes plásticas, antes que una ilusión de dramatismo. Una artifiocidad pura vuelta espectáculo de los bajos instintos y el ingenio visual. La expresividad de los materiales en cuerpos lacerados y desmembrados como muñecos de látex, son un fetiche no muy diferente al maquillaje y los disfraces de Halloween de los personajes. De hecho, se pueden rastrear distintos niveles que invisten este poder del arte, incluso enfrentados, desde lo visionario y fantástico hasta lo cruento del crimen.
Si bien el gore siempre lleva el mal gusto al borde de lo irrisorio y el absurdo, aquí tiene un sadismo que entra en el juego del fantástico, desde el principio con la resurrección del payaso y la compañía de la terrorífica niña Vicky. Los tonos de los colores y el uso de la luz resaltan esta impresión de irrealidad, de película en abismo. Se prepara al ojo del espectador para todo tipo de licencias plásticas sobre los cuerpos y de lógica de acción. Y así, en su afán de querer siempre un poco más, la propuesta fantástica que hacía mella en perturbadoras pesadillas à la Freddy Krueger, da un salto llamativo en un fantasy de super héroes. El final también abrirá otro camino de sangre alocado, aunque facilitado ya en la trama, pero no caeremos más en el riesgo de los spoilers.
Leone nos dice que con las herencias de la tradición y las ansias de sangre de un público fanático o no del terror, todo es posible. Que el público quiere lo que ya conoce y un poco más. ¿Estamos ante una nueva franquicia? ¿Un nuevo clásico del terror? La tercera ya está confirmada y este payaso ya está para ganarse un lugar entre las grandes leyendas del género. Con un lenguaje corporal y gestual que recupera lo clownesco y el mimo, para dar miedo y colar una risa frente al asco de la violencia de juguete. Un malo muy cínico, más perfecto perverso que monstruo, acorde para nuestros tiempos violentos y cínicos que suelen pasarse con maquillaje humano.
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