Diario del Mundial: Argentina - México, el desahogo

 Los Argentinos no somos aristotélicos. No tendemos al justo medio, sino a los extremos. Aunque sean invenciones exageradas, estas múltiples aplicaciones de opuestos se convierten en un discurso muy permeable, que suena mucho en los medios, mesas de familia y casas de estudio, y naturalmente envuelve al fútbol. ¿Pero se puede aplicar a la selección nacional y al lapso en particular de este Mundial? Postpartido, se lo escuché decir a periodistas deportivos, al DT y a un amigo. Antes éramos los peores, ahora los mejores. El tropezón con Arabia nos hizo caer bajo. Sin los pies en terreno firme, en un barro movedizo, la Scaloneta, a pesar de eso, no había tocado fondo y estaba lejos de eso. Solo las expectativas, ese fervor que puede hacer disparar y derrumbar finanzas, habían bajado más de la cuenta.


El equipo todavía seguía a flote y así salió con cambios dudosos que querían devolver confianza. Los jugadores argentinos se movían en la cancha pero muchos parecían paralizados. Atemorizados, erráticos, nerviosos, con algunos buenos movimientos individuales y una insinuante firmeza de la defensa, el juegos era, retomando la metáfora de la crónica pasada, un tablero de ajedrez, uno muy trabado. El primer tiempo prolongó así la falta de reacción y ausencia asociativa del equipo en el primer partido, frente a unas águilas mexicanas que acechaban con la presión alta. 


Por suerte, faltaba la segunda parte. Ni bien el equipo pudo entrar en otra dinámica, con más cambios y generación de espacios, las condiciones empezaron a cambiar. Tampoco con gran juego, pero "el Tri" había resignado la disputa de nuestro campo. Y apareció el mesías. Una conexión y un fierrazo que rompió líneas y bloques mentales. En el fútbol estamos más cerca de la teoría del salvador que de la de los extremos. El segundo gol nos dio el alivio y la arrogancia que necesitamos para volver a sentar cabeza. Hermoso lo tuyo, Enzo.



Ahora estamos casi como llegamos a Qatar. La ilusión intacta y precavida. Con paso firme, mirando lo que se aproxima en un Mundial en el desierto que no debemos seguir por espejismos. Con muchas dudas pero la cabeza un poco más despejada y liberada después de esta primera tormenta de arena.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Terrifier 2: fiesta de sangre, payasadas y otros excesos

D.d.M.: ARGENTINA-FRANCIA, eterno resplandor de una final para el recuerdo

D.d.M.: Argentina-Croacia o cómo tramitar el pasaporte a la Eternidad